domingo, 3 de octubre de 2010

Primero las bases.

Ya en destino, las primeras impresiones son buenas. Sentamos la base de lo que a todas luces va a ser un gran año en diferentes aspectos, y sobre esas bases construimos un pequeño mundo del que no saldremos. Y del que si salimos algún día, no saldremos igual que entramos. Estoy en Holanda y me gusta.

A diferencia de otros compañeros, mi viaje ha sido bastante calmado. Sin incidentes graves más allá de un pequeño retraso en el primer vuelo. La llegada a Amsterdam fué curiosa en avión. Entramos sobrevolando la costa dirección norte, y luego girando hacia el este. Como yo estaba sentado en la parte interior del giro, pude ver tierra, y vi tierra muy verde. Es curiosa la forma que tiene esta tierra. Entrantes de agua, canales, lagos, ríos ... Es difícil saber hasta qué punto son artificiales o naturales.

Desde el aeropuerto tomamos un tren directo hasta La Haya. El precio es 7,6€ y el trayecto unos 40 minutos. Un típico tren holandés de dos plantas, bastante cómodo.

La primera toma de contacto fue extraña. Cogimos, mis compañeros de beca y yo, un taxi hasta la agencia que nos alquila los pisos, pero estaba cerrada y nadie contestaba al único teléfono de contacto que teníamos. Empezábamos bien. En una ciudad que no conocíamos, tirados en la calle con muchas maletas y pocas opciones. Menos mal que aún queda gente buena, y los becarios anteriores se preocuparon de dejarnos una llave de reserva con una amiga suya. Gracias Mireia.

Ya en casa, y después de curiosear y de no colocar la ropa en el armario, fuimos andando al centro de la ciudad, y mi casa me gustó más aún.

La Haya parece una ciudad recogida,. Es como mi apartamento, pequeña pero bien aprovechada. Hay algo en cada rincón.

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